sábado, enero 22, 2005

Van Gogh

Al fondo del cuadro con girasoles, descansa Van Gogh. Si te fijas bien, lo podrás ver sentado y tranquilo, ya peinando largas canas y con el cuero arrugado. Se sostiene de un bastón, mismo que ahora descansa en su regazo.

La mirada de Van Gogh sigue siendo fuerte, perdida y disatante ya, pero fuerte. Te obliga a tratar de imaginar en qué puede estar pensando. Inocentemente, pensarás que no tiene otra cosa en que pensar más que en girasoles, pero te equivocas. Van Gogh va más allá, y en realidad, no eres tú el que lo observa, sino él el que te obsrva a ti.

jueves, enero 20, 2005

A lo lejos suena una guitarra tratando de esbozar torpemente una canción que proteste sobre las injusticias, la propiedad privada y la falta de amor, pero la guitarra es muda, y en su concierto solo logra transmitir en el silencio un extraño amor perdido de infancia, que como todo, en las noches se niega a morir.

Un observador más analítico podrá ver que la guitarra sólo repite un estribillo, y que el amor nocturno que no moría, en realidad falleció ya hace tiempo, para gusto y gracia de todo el auditorio.

miércoles, enero 05, 2005

Me enoja pensar que me hacen falta cosas por decirte. Sé que aun hay palabras para ti, y estas fluyen en una corriente constante de mi mente a la mano, de la mano a la pluma y de la pluma al papel. Pero a veces la conciencia me trae una nueva exigencia, y me obliga a mover mis corrientes del pensamiento y dirigirme de nuevo a ti, ofrendar de nuevo esas palabras, pero ya no en forma de poesía torpemente escrita, sino de palabra oral, viva y colorida, si es que puede llegar a tener color. Volver a enfrentarte, pues. Y lo pienso, y al principio me suena descabellado. Me prometí no volver a molestarte con mis inútiles palabras. Pero luego el recuerdo de una sonrisa tuya que se clavó en mi una noche de verano en la que hacía viento frío y en la que quería besarte me aborda, y ahí me tienes, cayendo en el maldito conflicto en el cual no sé si buscarte, olvidarte o pegarme un tiro y terminar con todo esto. Sería más fácil. Sería cobarde. Todo es todo, tanto el hacer como el no hacer. Y heme aquí, en este constante soliloquio del cual tu eres más bien una participante pasiva. Pasiva y no, por que con el recuerdo me traicionas y me sobornas y me llevas a escribirte una vez más y buscarte en las noches de luna como el suicida que busca la muerte.